jueves, 17 de agosto de 2017

Mi diario de campo

Como parte del tema de investigación:
¿Porqué algunos estudiantes de bachillerato odian las matemáticas?

Me incorporé como un alumno más a la clase de matemáticas del grupo de tercer cuatrimestre del bachillerato general del Instituto Tecomense Benito Juárez, formado por 12 alumnos solamente. Como referencia el grupo inició con 25 estudiantes, luego 21 y ahora 16, pues hubo quienes faltaron. Al principio se mostraron sorprendidos con mi presencia, pero fueron respetuosos y al poco tiempo pareció que se olvidaron de que ahí estaba.
El salón se divide en dos hileras y en vez de butacas están hay sillas individuales con mesas comunes por pares de alumnos. Cada fila tiene diez mesas por lo que en total pueden caber 40 alumnos.
Sin embargo, pese a lo reducido del grupo, es muy variado, integrado por chicos y chicas, unos más serios que otros, algunos muy inquietos. Estuvieron en clase Ruth, Joahna, Omar, Paola, Bryseida, Daniela, César, Brandom, Samuel, Alejandro, Joel y Pedro.
Entrando al salón, del lado derecho, se sentaron Ruth y Joahna, luego Omar y Paola, después las inseparables Briseyda y Daniela, luego el solitario César y atrás, solo también, el callado Brandon. A todos ellos los he conocido como promotor educativo en la institución, ahora me encontraba en su clase de matemáticas con motivos de investigación.
Del otro lado y en primera fila, Samuel, como evitando al grupo que atrás, pareció todo el tiempo distraído: Alejandro, Joel y Pedro. Estos tres últimos no pararon de hablar toda la clase, parte siguiente de mis observaciones. Cuando le pedí a la maestra oportunidad de ingresar al salón de clases, me dijo que hoy sólo sería práctica y que “no habría explicación”. Resultó luego que las circunstancias obligaron a lo contrario porque parece que “nadie resolvió los tres ejercicios de tarea”.
Ahora podríamos lanzar la interrogante ¿Qué tan complicado o no resultó ser la tarea que nadie la llevó porque no le entendieron o no la supieron contestar correctamente? En realidad, la tarea era algo muy sencillo: graficar en el plano cartesiano tres ecuaciones, dos rectas y una parábola, por sustitución de valores y previamente aplicación, de ser necesario, de reducción de ecuaciones.
La maestra fue paciente, no entró en detalles y simplemente retomó la explicación. El primer ejercicio, lo hizo, en tanto, la observaban con atención del ala derecha, pues del ala izquierda sólo Samuel, al frente, estaba concentrado en la clase. En tanto por momentos parecían estarlo Joel, Pedro y Alejandro, pues si no es que hacían comentarios bromistas, se distraían entre ellos o mirando al exterior del salón.
Luego vino la explicación del segundo problema, completo, con todo y gráfica, pero ahora la maestra empezó a interactuar con los alumnos y se empezaron a escuchar las respuestas de Daniela, Joahna, Omar, los más participativos. Otros como Paola, Bryseida, César y Brando, solamente callados haciendo anotaciones y volteando al pizarrón.

Del lado izquierdo se mantuvo la misma dinámica y ni con el uso de calculadora científica eran capaces de atinar respuestas. Parecía por momentos que lo único que esperaban era el final de la clase. Luego la maestra terminó explicando el tercer ejercicio y viene el comentario bromista de Alejandro: “Maestra, ya no ponga de esos ejercicios”, aunque de nada le valió, porque otros tres más les fueron puestos en el pizarrón para el resto de la hora y 15 minutos de clase.

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